Simulador de vuelo
Durante su entrenamiento, los pilotos de avión pasan muchas horas en simuladores de vuelo. Estos aparatos les dan a los alumnos la oportunidad de experimentar los desafíos y los peligros de pilotear una aeronave… pero sin ningún riesgo. Los pilotos no tienen que dejar el suelo, y si sufren un accidente en el simulador, pueden salir tranquilamente.
Sin riesgo
Hace poco, un colega me contó sobre una experiencia que no tengo intenciones de probar personalmente: el bungee jumping o puentismo [salto al vacío desde un puente]. Su relato me resultó tanto fascinante como aterrador. Pensar en saltar cabeza abajo desde un puente altísimo, sostenido solamente por una gigante cuerda elástica no es mi idea de diversión. Pero el salto tenía sus elementos de seguridad: no solo uno, sino dos arneses reforzados que lo aseguraban a la cuerda… y a estar a salvo. El diseño minucioso y las pruebas satisfactorias de esos arneses le dieron una gran confianza al lanzarse al aire.
Líderes en el frente
El libro de Stephen Ambrose, Banda de hermanos, sigue la historia de una compañía del ejército norteamericano desde su entrenamiento en Georgia, Estados Unidos, hasta la invasión de Normandía, en el Día D (6 de junio de 1944), y por último, hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa. Durante la mayor parte de ese período, Richard Winters lideró esa compañía. Fue un oficial particularmente bueno porque iba al frente del grupo. Su expresión más habitual durante el combate era: «¡Síganme!». Tal vez otros oficiales buscaban la seguridad de la zona de retaguardia, pero si los hombres de Winters entraban en combate, él iba adelante.
Estoy aburrido
Cuando nuestros hijos eran adolescentes, muchas veces conversábamos después de la reunión de jóvenes en la iglesia. Yo preguntaba: «¿Qué tal estuvo el grupo juvenil esta noche?». Y ellos respondían: «Aburrido». Después de varias semanas así, decidí averiguar qué pasaba. Entré sigilosamente en el gimnasio donde se reunían y los vi participar, reírse, escuchar… disfrutar muchísimo. Esa noche, mientras volvíamos a casa, pregunté otra vez, y contestaron: «Estuvo aburrido». Entonces, dije: «Estuve ahí y los vi. ¡Se divirtieron mucho!». Y respondieron: «Tal vez no estuvo tan mal como de costumbre».
Verdadero sacrificio
Enrique era uno de los chicos buenos. Consideraba que su trabajo como policía era un servicio a la comunidad, y estaba totalmente dedicado a servir a cualquier precio. Una prueba de ese deseo se veía en la puerta de su casillero en la estación de policía, donde había pegado Juan 15:13.
Verdadera hospitalidad
En 1987, nuestra familia se mudó a California porque yo iba a servir como pastor en una iglesia en la zona de Long Beach. El día que llegamos, mi secretaria fue a buscarnos al aeropuerto para llevarnos a casa. Cuando nos mezclamos entre el tránsito, lo primero que vi fue un cartel autoadhesivo en un auto, que decía: «Bienvenido a California… ¡Ahora vuelve a tu casa!». No era precisamente una bienvenida cálida ni alentadora al soleado sur californiano.
Las reglas de Mamá
Conocí a una mujer encantadora llamada «Mamá Charlie», quien había criado alrededor de una docena de niños adoptados. La justicia se los había asignado, y ella les brindaba un hogar con estabilidad, orientación y amor. Me contó que, cada vez que llegaba un niño nuevo, lo primero era explicar «las reglas de Mamá», las cuales incluían la manera de comportarse más una serie de tareas que beneficiarían enormemente a la ocupada familia y, al mismo tiempo, les enseñarían a ser responsables a pesar de su escasa capacitación previa.
Momentos aterradores
Cuando nació nuestro primer hijo, mi esposa Marlene estuvo en trabajo de parto durante más de 30 horas, lo cual les generó un estrés tremendo a ella y al bebé. El doctor, que reemplazaba a su médico habitual, no estaba familiarizado ni con ella ni con el embarazo. Por eso, esperó demasiado para hacer una cesárea de emergencia, y el trauma resultante hizo que mi hijo quedara internado en la unidad neonatal de cuidados intensivos. No se podía hacer nada para ayudar a nuestro bebé a superar su estado innecesariamente provocado.
Una obra maravillosa
Hace poco, durante una consulta con el oculista, el médico sacó un instrumento que yo nunca había visto. Le pregunté qué era, y contestó: «Voy a usarlo para fotografiar la parte interior del fondo del ojo».
Peligro invisible
Cuando era niño, mi familia estuvo a punto de sufrir una tragedia. La mayoría de los artefactos más importantes de la casa, incluso el horno, funcionaban a gas, y una pequeña pérdida en uno de los caños hizo que nuestra vida corriera peligro. A medida que el gas fue invadiendo nuestra pequeña vivienda, las emanaciones letales nos afectaron y quedamos inconscientes. Si no hubiese sido por un vecino que decidió ir a visitarnos, un enemigo peligroso e invisible nos habría matado a todos.